5.- ¿Y qué hacemos…?

“No hay escuela igual que un hogar decente y no hay maestro igual a un padre virtuoso.” Mahatma Gandhi

 Hablar con los padres resulta de lo más eficaz y he de reconocer que siempre cuesta quedar para una tutoría. Muchas veces debes dedicar horas que no entran en tu jornada de trabajo, por la tarde. Luego te alegras mucho de haberlo hecho. Se aprende más de la vida del alumno en una tutoría que en cien años que se pasen con él. Para mí, como padre, también ha sido una gran ayuda en la educación de mis hijos. He visto unas cuantas maneras de vivir y de hacer en las casas de mis alumnos y algunos no son la misma persona en un lugar que en otro. Hay notables diferencias de comportamiento que nos sorprenden o a mí o a los padres.

 Recuerdo que al principio venían el padre y la madre, pues vivían juntos, no había casi separaciones. Esto cambió muy poco después. Las tutorías se complicaron y las vidas de los alumnos también. Algunos dejaban sus libros olvidados en casa del padre o de la madre, pues cambiaban de casa cada semana. Mantener el orden en esas situaciones es complicado y más para un chaval en plena efervescencia adolescente.

 La primera vez que me sucedió vino la madre y me explicó su situación. Estaba sola con su hijo. Yo ya la sabía porque él mismo me lo comentó. No hablamos de si esta separación le había afectado. Simplemente nos limitamos a buscar soluciones para sus malas notas. El chico estudiaba en su casa, muy pequeña, por cierto, y debía hacerlo en el salón. Allí estaban la madre y la abuela. Hice una pregunta inocente sobre qué hacían ellas mientras el hijo estaba con los libros.

 -          Pues ver la tele.

             Me quedé callado. Tuve que activar los resortes de mi cabeza en busca de una respuesta no muy agresiva.

 -          Quizás esto no le ayuda a concentrarse, pues con ese ruido es difícil- dije con suavidad.

             Contestó con rapidez. Se había puesto algo nerviosa ante la posibilidad de cambiar sus hábitos o sus programas vespertinos.

             -          ¿Y entonces, qué hacemos nosotras?

              No se me ocurrió nada que pudieran hacer en silencio y sin televisión en ese momento. Me quedé bloqueado. ¿Quizás leer? Intenté llevar la conversación por otros lares, pero aquello estaba muerto. Fue tan contundente. O la televisión o nada más que hacer.

 

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