3.- Primera clase
“Largo
es el camino de la enseñanza por medio de teorías, breve y eficaz por medio de
ejemplos.” Séneca
“Como
cualquier excepción, la primera clase es importante. Vale por quince o veinte
clases, porque de la opinión que se formen hoy de ti dependerán las inevitables
valoraciones a la salida —«uy, este; no veas», moviendo la palma de la mano
como si se la diese a una mano invisible; o, «con este no vamos a hacer nada»;
o, «este es un mierda, un cotilla, un marica, un loco»—, valoraciones que
comentarán con los compañeros y que marcarán la manera de encarar la próxima
clase”. Crónica de un profesor de secundaria. Toni Salas.
Entrar
a clase mandando me lo recomendó mi profesor tutor o como se le quiera llamar.
Entras y mandas algo, lo que sea. Se va marcando el territorio. Parece muy
duro, pero es un juego al que hay que jugar.
Así,
nada más entrar en primera clase, vi dos papeles fuera de la papelera. Yo
estaba nervioso y no sé si me tembló la voz y todo. Tuve esa sensación cuando le
dije al que estaba al lado que los cogiera y los metiera dentro. Me miró con
aire desafiante pero al rato agarró uno de los folios arrugados con algunas
quejas de fondo. Yo enganché el segundo e hice lo mismo, sin improperios, claro.
Dejó de lamentarse por su mala suerte al verme agachado. Habíamos empezado
cumpliendo el primer requisito: “manda” y también el segundo: “que te vean a su
altura”.
Este
primer día se repetirá año tras año, en cada clase que seas un nuevo profesor.
la única diferencia es que, con el paso de los años, te ganas un prestigio o al
revés, desprestigio, que arrastrarás hasta que te jubiles, para bien o para
mal, depende de cómo lo hagas al principio.
Recomponer
el terreno perdido o tu profesionalidad resulta muy difícil para un profesor,
de ahí que los inicios sean cruciales.
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