Inicio este blog con la intención de traspasar (como una mínima herencia) reflexiones y pequeñas historias que forman parte de la nuestra propia. No está en mi ánimo pontificar o decir qué es un profesor, solo contar y reflexionar. Explicar cómo se va desarrollando a nuestro alrededor un mundo nuevo cada año, un microcosmos en el que se puede entrar, o bien, quedarse al margen. El que se aventura a mirar dentro puede quedar sin respiración.

Aquí va mi primera reflexión, con cita incluida.

“Espero que, de vez en cuando, en los próximos años, os traten injustamente, para que así lleguéis a conocer el valor de la justicia. Espero que sufráis la traición, porque eso os enseñará la importancia de la lealtad. Lamento decirlo, pero espero que os sintáis solos de vez en cuando, para que no deis por seguros a vuestros amigos. De nuevo, os deseo mala suerte de vez en cuando, porque así seréis conscientes del papel que desempeña el azar en la vida y que el fracaso de los demás tampoco es completamente merecido. Y cuando perdáis, como os ocurrirá en algunas ocasiones, que de tanto en tanto vuestro adversario se regodee en vuestro fracaso. Es una forma de que entendáis la importancia de la deportividad. Espero que os ignoren, para que sepáis lo importante que es escuchar a los demás, y espero que sufráis el suficiente dolor para aprender a ser compasivos. Desee o no estas cosas, van a ocurrir. Y que saquéis provecho de ellas dependerá de vuestra capacidad de ver un mensaje en vuestras desgracias.” Discurso del presidente del Tribunal Supremo de Estados Unidos John Roberts en la ceremonia de graduación de su hijo.

 Estas palabras las encontré en un libro de Gregorio Luri, La escuela no es un parque de atracciones. Forman parte de un discurso de graduación, como queda registrado. Me han gustado y de ahí que inicien esta especie de diario. La vida nos pilla a todos y no podemos hacer otra cosa sino estar preparados. El entrenamiento comienza nada más nacer y continua en el colegio, luego en el trabajo. De ahí que una parte muy importante de la forma en que afrontemos los problemas, que nadie nos podrá quitar de en medio, ni la mejor de las madres, se gestará en ese lugar adonde todos vamos en nuestros primeros años.

 Nadie puede negar por tanto la importante labor del profesor. En unos tiempos donde no solo se dirime qué debe hacer este para llevar a cabo su tarea de la mejor forma, sino qué es en sí, debemos pensar que hemos alcanzado una crisis total. Cada vez que alguien comienza a preguntar ¿qué es un periodista?, ¿qué es un profesor? o ¿qué es un peluquero?, estamos asistiendo a la muerte de esas profesiones. Es lo peor que puede suceder. Nadie se pregunta ¿qué es un Ceo?, yo no lo sé, o ¿qué es un director general?

 De ninguna manera deseo entrar en un estado cataléptico de pesimismo incapacitante, pues yo no me pregunto por mi profesión. Yo sé lo que soy y creo que cualquiera que se dedica a esto lo tiene tan claro como todos los peluqueros con su profesión.

 Ocupamos un lugar importante, crucial para la sociedad. Lo que seamos nosotros, lo será ella. Hacemos más aún de lo que nos corresponde, no solo enseñamos, también acompañamos, animamos, buscamos junto con nuestros alumnos su futuro, sus ilusiones. Recogemos cuando hay que recoger. A veces encontramos personas muy solas y ahí estamos nosotros.

 Por eso he intentado exponer en pequeños capítulos algunos trazos de lo que hace un profesor. Algunas fotografías de nuestro día a día con más de veinticinco años de tarea profesional.

 Estas páginas no pretenden ser un manual del buen profesor, nadie lo hace bien siempre. El buen hacer de este trabajo depende de tantas cuestiones como podamos decir y a un alumno le irá bien con un educador y a otro con el de más allá. Para unos, nuestra forma de hacer resultará extraordinaria y para otros, ordinaria, “sin más”. Si pensamos en un examen donde un alumno ha estudiado la mitad del temario y le caen la mayoría de las preguntas de esa parte, este afirmará que lo ha hecho fenomenal. Así pasa con un profesor. Si este posee la parte más compatible con el alumno que tiene ante él, su valoración será muy positiva. Vamos, que se caen bien. Por eso, siempre he defendido la libertad de cátedra y la variedad del profesorado dentro de unos límites aceptables. Nosotros nos identificamos más con un jefe que con otro y de igual forma sucede en un aula. Habrá unos a favor y otros en contra. A esos hay que aprender a manejarlos.

 Si en un colegio los departamentos se crean para un control exhaustivo y asfixiante, el profesor no podrá moverse y mostrar su hacer personal, lo cual irá en detrimento del alumno. Solo entenderá una forma de trabajo que quizás no sea la más adecuada para sus características ni para todos los alumnos.

 En fin, viva la libertad dentro de unos compromisos y una justicia que acabe dando a cada uno lo que merece.

 Tras estas palabras demasiado atrevidas y muy lejos del tono que viene en las próximas entradas, te espera un conjunto de sucesos y anécdotas que resumen media vida, espero que me quede otra media. Puede ayudar, sobre todo, allá donde yo metí la pata hasta el fondo y que no deseo disimular, aun pensando que la soberbia muere después que muere uno mismo.

 Para terminar, te sitúo. Soy profesor de Bachillerato. Actualmente imparto Lengua de segundo de Bachillerato, Griego de primero y segundo e Imagen y sonido también de segundo. Me muevo con alumnos de 16 a 19 años, más o menos. También tuve de otras edades, desde 14.

 En casi treinta años puedo haber enseñado algo a unas 3000 personas. Casi nada. Unos me recordarán mejor y otros peor. Mi intención ha sido siempre ayudar, aunque como todos, habré cometido errores.

 La mayor parte del tiempo, prácticamente todo, he estado acompañado por mi mujer, que también es profesora. Esto hace que la comprensión sea mutua. Sufrimos los mismos problemas, las mismas alegrías, los mismos cambios. Esta vocación nos ha ayudado en la educación de nuestros hijos, pues nunca hemos creído en la maldad innata de ningún profesor y menos aún en el “me tiene manía”, como si dedicáramos tiempo a eso los enseñantes, a tener a algún alumno entre ceja y ceja. Al revés.

 Desde aquí, vayan también mis palabras de agradecimiento a todos los que se han topado conmigo en mayor o menor medida en este tiempo. Han servido para hacerme mejor o, al menos para verme en un espejo y reconocer lo que no va bien.


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